Temiendo por mi vida
Desde que me monté en el taxi sabía que era una mala decisión, el chofer aceleró un poco y me golpeé la cara con la puerta.
Escuchando el sonido del motor podía cerrar mis ojos y recordar mis tiempos jugando juegos de carrera.
La forma en que chillaban las llantas cada vez que tomaba una curva y la manera en que le atravesaba el carro a los demás todo el camino me tenían temiendo por mi vida.
Pero de alguna forma milagrosa, sobreviví.
Ahora tengo que planear qué le voy a regalar a mi madre por su cumpleaños, pero mientras tanto tengo cosas más interesantes que hacer.
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